jueves, 1 de octubre de 2009

Capitulo I

La noche era extremadamente fría, como todas y cada una en los últimos 19 años. Sobre el improvisado campamento y un anochecer mas veloz de lo previsto el cielo era completamente negro, sin estrellas. El clima era demasiado húmedo como para encontar ramas secas y encender ese maldito fuego que mis huesos estaban pidiendo a gritos. Esto es algo que no debería haber sucedido. ¿Por qué coño había anochecido tan rápido?
No parecía que fuese a ser una noche fácil, así que vacié la mochila para registrar mis pertenencias escasas en busca de algo que pudiese calmar ese monstruo que rugía hambriento desde mis entrañas. Una sombra de dolor cruzo mi rostro al vaciar la mochila: aproximadamente 1/4 del paquete de arroz, dos frutos que había recojido la tarde anterior y algo de cecina seca. Eso era lo que quedaba de mis víveres. Junto a ellos reposaban dos cantimploras (una de ellas vacía), un cuchillo de montaña, la oxidada cazuela y un trozo de pedernal. Bueno, también tenia unos calcetines de repuesto.

Dos meses aproximadamente desde la ultima vez que pise rastros de civilización. Me asqueaba la simple idea de volver. Pero parecía el único camino posible. Además había otro asunto que me inquietaba y sobre el que posiblemente averiguase algo en el Polvorín.

Decidí no racionar demasiado la comida ya que confiaba en moverme rápido y llegar en un par de días. Al no poder hervir agua comí lo mas tranquilamente que fui capaz las tiras de carne seca que me quedaban y lo remate con una de las frutas. Decidí conservar la otra para el desayuno, me haría falta toda la energía posible, pero esta noche no tenia en mente pasar hambre.

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